
Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.
Una vida, en breve Federico García Lorca, uno de los poetas más insignes de nuestra época, nació en Fuente Vaqueros, un pueblo andaluz de la vega granadina, el 5 de junio de 1898, el año en que España perdió sus colonias. Su madre, Vicenta Lorca Romero, había sido durante un tiempo maestra de escuela, y … Leer Más Biografía de Federico García Lorca
Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer, Huelva, 23 de diciembre de 1881–San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958) fue un poetaespañol, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956, por el conjunto de su obra, designándose como trabajo destacado de la misma la narración lírica Platero y yo. Juan Ramón Jiménez nació el 23 de diciembre de 1881 en la casa número dos de la calle de la Ribera de Moguer. Era hijo … Leer Más Biografía de Juan Ramón Jiménez
Alfonsina Storni (Capriasca, Suiza, 29 de mayo de 1892 – Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938) fue una poetisa y escritora argentina del modernismo. Sus padres, dueños de una cervecería en San Juan, regresaron a Suiza en 1891. En 1896, volvieron a Argentina junto con Alfonsina, quien había nacido durante la estancia … Leer Más Biografía de Alfonsina Storni
Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.
Cierra tus ojos y verás claramente.
Cesa de escuchar y oirás la verdad.
Permanece en silencio y tu corazón cantará.
No anheles ningún contacto y encontrarás la unión.
Permanece quieto y te mecerá la marea del universo.
Relájate y no necesitarás ninguna fuerza.
Sé paciente y alcanzarás todas las cosas.
Sé humilde y permanecerás entero.
Cuando las cosas anheladas ya no se desean, llegan.
Cuando las cosas temidas ya no se temen, se alejan.
Llueve
y al árbol le pesan sus hojas,
a los rosales sus rosas.
Llueve
y el jardín huele a infancia,
a cercanía de todos los milagros,
a ausencia de todas las memorias.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada…
la penumbra sin labios de tu ausencia.
Necesito de ti, de tu clemencia,
de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.
Necesito tus riendas de cordura
y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.
Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.
a Mariano de Cavia
Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero ruido...
En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
¡sabréis leer estos versos de amargor impregnados!...
Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.
Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
y la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!
Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.
Dulces árboles sombrosos,
humillaos cuando veáis
aquellos ojos graciosos
del que tanto desáis.
Estrellas que relumbráis
norte y lucero del día,
¿por qué no le despertáis,
si duerme mi alegría?
Mi amor por ti es mucho más que amor,
es algo que se amasa día a día,
es proyectar tu sombra junto a mí,
hacer con ellas una sola vida.
Las miradas que ya al conocer
se hablan entre sí en la distancia,
no hacen falta palabras...qué más da!
si ya interpretamos lo que claman.
Los mil detalles que tienes tú por mí,
mi descaro al advertir en lo que fallas,
el sincerarme cuando hay que decir
lo que sinceramente no se calla.
Mi amor por ti es mucho más que amor.
Mi amor por ti es como una nevada,
un torrente de luz, algo tan bello...
como ponerse el sol o amanecer el alba.
¡Oh, cuál te adoro! con la luz del día
tu nombre invoco apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aún te llama exaltada el alma mía.
Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.
No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando tu amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;
Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.
La mariposa volotea
y arde con el sol a veces.
Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.
Me decían: No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.
Me decían: No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.
Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se va la mano que te induce.
Se va o perece.
Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.
El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.
Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Su lengua tibia me rodea.
También me dice: Te parece.
La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.
Y la noche se eleva como música en ciernes,
y las estrellas brillan temblando de extinguirse,
y el frío, el claro frío,
el gran frío del mundo,
la poca realidad de cuanto veo y toco,
el poco amor que encuentro,
me mueven a buscarte,
mujer, en cierto bosque de latidos calientes.
Solo tú, dulce mía,
dulce en los olores de savia espesa y fuerte,
sin palabras, muy cerca, palpitando conmigo,
sólo tú eres real en un mundo fingido;
y te toco, y te creo,
y eres cálida y suave matriz de realidades,
amante, amparo, madre,
o peso de la tierra que sólo en ti acaricio,
o presencia que aún dura cuando cierro los ojos,
Fuera de mí, tan bella.
¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
Hay un sólo trino entre tu amor y mi alma.
Mis dos ojos navegan
el mismo azul sin fin donde tú danzas.
Tu arco-iris de sueños en mí tiene
siempre pradera abierta entre montañas.
Una vez se perdieron mis sollozos,
y los hallé, abrigados, en tus lágrimas.
¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
Un ruiseñor nos tiene en su garganta.
Los ríos que me traje de mis riscos,
desembocan tan sólo por tus playas.
Hay confusión de vuelos en el aire?
¡El viento que nos lleva en sus sandalias !
¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
Mientras menos me pienses, más me amas.
La música es la banda sonora de la vida - Dick Clark.
Atrévete a descubrir una nueva mirada de la cooperación - Por un mundo de igual a igual
“Para mí, el rock es algo espiritual.” - BONO
Plasmando palabras, a la luz de la pluma